Fue llegar a un punto en donde se acumularon todas las injusticias y atropellos que se cometieron contra Colombia: Tener que jugar en una cancha que ponía en riesgo la integridad de cada uno de nosotros; en la que no era posible desarrollar ni de cerca nuestro juego sin pensar en la probabilidad de una lesión…
Sentí de corazón la necesidad de defender la dignidad de mi país y de mis compañeros, dejar muy clara la inconformidad que manifestamos desde el lunes cuando llegamos a un escenario que no ofrecía las condiciones para una competencia de este nivel.
El reglamento dice claramente que si el equipo anfitrión no las brinda el equipo visitante es el ganador. No las tuvimos. El sábado a las 7.30 de la mañana no sabíamos si ir a un club alterno, que tampoco las brindaba, o a una cancha peligrosa y echa a pedazos que no había sido ni tan siquiera pisada.
Mis principios, mi manera de ser honesto y trasparente, no me permitían quedarme por quedarme en una cancha en la que cada paso era asumir un riesgo, no podía desplegar el juego eran demasiadas cosas las que habían pasado y preferí dejar claro que a Colombia, a los jugadores, a nosotros, que hacemos nuestro trabajo profesionalmente, se le debe respetar.
Entiendo que haya personas que no comprendan esta decisión y respeto su manera de pensar, pero quiero que sepan que si por algo lucho todos los días es por dejar en alto el nombre de Colombia y porque nos brinden el respeto que nos merecemos.